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LA FACHADA DEL ZOOM

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Cuando llega un encargo, como arquitectos instantáneamente proyectamos en nuestras cabezas una imagen, generamos una fachada que logra enmarcar la experiencia del usuario, cómo se componen los objetos, cuáles son los materiales que vamos a utilizar, en definitiva, nos ponemos en la piel del cliente para proyectar los diferentes espacios. 

 

La pandemia consolidó la comunicación por video llamadas, la cual pasó de ser una tendencia en crecimiento a un modo de comunicarse igual de válido que la presencialidad. Esto obligó, desde la domesticidad, a tener en consideración ciertos espacios para ese uso y a quienes contaran con algunos metros cuadrados extras, a acondicionar sus espacios domésticos para un uso más de estudio.

 

Es en estos lugares y bajo la circunstancia de los “meetings” donde se hace evidente la necesidad de prestarle una máxima atención a la imagen que se proyecta detrás de nosotros, imagen que verá la persona a través de su pantalla, la fachada del zoom.

Esta imagen, es quizás hasta más diseñada y cuidada que lo que nosotros mismo estamos viendo en nuestros propios espacios, que en una reunión por video llamada puede hasta determinar el carácter de la misma dependiendo “de lo que tenemos atrás”.

 

Cuando Dana viene con su encargo, lo hace precisamente desde estas premisas, la necesidad de convertir y transformar un espacio doméstico en un lugar para tareas de oficina, que pudieran convivir dos personas en simultaneo y que fuera apto y bien diseñado para tener video llamadas.

 

El proyecto aparece desde la contemplación de una geometría particular, condicionante para este espacio de trabajo. Sus aristas vivas y sus irregularidades nos llevaron a una toma de decisiones espaciales que contemple dichos ángulos.

Aparece así el concepto de ocupar con equipamiento las caras de la habitación para liberar el centro, copiando su geometría y encontrando un lugar de equilibrio entre la esbeltez y la delicadeza de la poca presencia material.

 

Se proyecta un único escritorio quebrado con dos puestos, que, liberando el ángulo que los une, deja en evidencia un nuevo espacio de guardado entre los espacios de trabajo.

La biblioteca operará del mismo modo, materializándose como un objeto liviano para destacar aquellos elementos decorativos típicos de un espacio de escritorio y materializando su opacidad sobre un nivel inferior generando así espacios de guardado cerrados.

 

La combinación entre el hierro y la figura terminada en correspondencia con la naturalidad de la madera permiten que los elementos proyectados se manifiesten gentiles, distinguidos y sofisticados.

 

 

 

Ivanna Bello